viernes, 18 de septiembre de 2009

Análisis del cuento "El hombre muerto"

El presente trabajo es el resultado de un pequeño análisis que se hizo al cuento “El hombre muerto”, escrito por el uruguayo Horacio Quiroga, publicado por primera vez el 27 de junio de 1920 en el diario porteño “La Nación”. La hipótesis que se analizó en esta obra de la narrativa latinoamericana fue la creer que en el personaje principal hay una conciencia evasiva nada dramática frente a la agonía previa a la muerte y como se narran los pensamientos, no discursos orales, el tiempo que por narración parece largo, no son más que veinte minutos de incredulidad. En este sentido se quiere mostrar el discurso usado en el cuento y la fuerza que éste le da a la temática de la obra. Para llegar a concluir como verdadera la hipótesis, se analizó la macroestructura y microestructura del cuento; allí se evidenció la dicotomía planteada entre la muerte y la naturaleza, en la cual todos los eventos ocurren en el mismo lugar y dentro de un lapso muy corto.

Para quienes no han leído el cuento, “El hombre muerto” narra los últimos minutos de vida de un hombre que tras pisar una corteza cae como pretendía descansar, momentos antes; mientras que el machete que llevaba en una de sus manos se le sale de la mano para atravesarle un costado. Semejante situación no parece tener ninguna trascendencia para el personaje que luego de sentirse inmóvil y de ver sólo una parte de su machete cree que nada fuera de lo cotidiano ocurre, puesto que la naturaleza y todo lo que lo rodea sigue igual. Así, él asume una actitud esquiva de su realidad inapelable que tendrá como consecuencia inesperada la muerte. De esta forma, se aprecia en la obra de Quiroga que el verdadero drama ocurre en el interior del personaje, en su conciencia; en la reacción psicológica del individuo que se confronta a la muerte.

Por consiguiente, el núcleo de este cuento es el padecimiento interior del hombre más que el exterior. Asimismo, el soliloquio del personaje deja claro su estado de conciencia y su percepción de la cotidianidad, de la vida que se le escapa por un costado del vientre y finalmente por la muerte, que es planteada como la separación entre el espíritu y el cuerpo, en la que este último resulta, por desconfiguración, un bulto en medio de la gramilla. Sin embargo, este padecimiento no es desarrollado como aceptación o pasividad, sino como una evocación contra la muerte, aunque lo que queda bien destacado es la futilidad de la vida frente a la inexorabilidad de la muerte. Ahora bien, en el cuento la muerte se presenta desnuda de tabúes o mitos y de dramatismos; además, recalca la lucha del individuo por no morir desde una mirada evasiva o incrédula de la realidad. El discurso toma fuerza cuando el personaje hace un recorrido visual dificultoso de su entorno, esos últimos minutos de agonía son estructurados para darle al lector la sensación de que el hombre no está muerto como lo sugiere el título. La marcha hacia el deceso inicia a las once y media, pasan dos segundos de divagaciones, después transcurren dos minutos en los que la voz narradora (la voz de su conciencia) se da cuenta que “Nada, nada ha cambiado. Sólo él es distinto.” y termina diciendo que son las once y cuarenta y cinco. En medio de aquel ambiente conocido, cotidiano, predecible, donde se mueve con familiaridad el personaje. Como ya se mencionó, le dan fuerza al estado evasivo del personaje, pues a él le resulta irónico morir en un ambiente habitual.

Por otro lado, se podría considerar que la muerte es el tema, pero no. El tema es la actitud de un ser frente a la agonía. El carácter durativo del pasaje de una conciencia signada por el acontecer de la muerte, se palpa en la técnica discursiva empleada por el narrador: un discurso indirecto libre, porque el narrador se muestra como testigo y como la voz de la conciencia del personaje , Él está solo, con sus pensamientos, reflexionando sobre la vida que está perdiendo, de esta forma se transforma en puro fluir de una conciencia que se disgrega. El protagonista no constituye en rigor un personaje típico a un contexto puntualmente determinable, sino que, por la situación en la que se halla introducido y el tono con que ella se representa, lo hace universal. Apunta su elaboración, en alguna medida, a sugerir una dimensión distinta que concreta en la que debe encuadrarse todo tipo. Por tanto, acentúa esos rasgos de universalidad el hecho de que el personaje no posea nombre ni historia previa.

En esa misma línea, desde el tercer párrafo del cuento se intercalan las dos visiones: la del narrador en tercera persona y la del personaje legitimado por el narrador, pero nunca referido, sino en lo que se ha dado en llamar estilo indirecto libre, en donde abundan las exclamaciones que expresan la ironía de la situación que vive el personaje y la incredulidad de la situación, al cruzar el alambrado para descansar y encontrar el descanso de la muerte. La terrible constatación de que la muerte sobrevendrá, lleva al personaje a aferrarse a la vida recordando las rutinas y esperando la llegada de su familia, aún sabiendo que se muere. Se produce de esta forma la división de la percepción del personaje, que es al mismo tiempo víctima y testigo de la muerte, de ahí el empleo de la técnica de la polifonía.

Así, encontramos en “El hombre muerto” conflicto y constante cuestionamiento entre el entendimiento racional de lo ocurrido y la negación emocional y psicológica de aceptarlo. Por un lado, el hombre es capaz de analizar y captar lo ocurrido, al mismo tiempo de comprender las consecuencias inevitables como lo manifiesta en la siguiente expresión:


“Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió, fría, matemática e inexorablemente la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia.”


Por otra parte, no acepta psicológicamente esta realidad, y contrapone la familiaridad del entorno natural al drama existencial que vive. Su resistencia a aceptar la situación, hace que la interprete como algo cotidiano, normal como se puede reflejar en el siguiente enunciado:


“Está solamente muy fatigado del trabajo de esa mañana y descansa un rato como de costumbre.”


Niega, de esta manera, la muerte inevitable. Las constantes referencias al tiempo crean una condensación temporal e intensifica la narración, a la vez que da testimonio de lo breve y efímero que resulta el drama humano medido contra el tiempo cíclico de la naturaleza, que sigue el mismo ritmo de todos los días, independientemente de la muerte humana.


Aunque Horacio Quiroga se conoce como criollista por antonomasia, también merece el honor de ser el primer teorizador del cuento en Hispanoamérica. De la misma manera, se pudo resaltar varias técnicas narrativas que Quiroga utiliza para describir la agonía de la muerte en este cuento:

1. El énfasis en el tiempo cronológico comparado con el tiempo psicológico.
2. La minuciosa y exacta selección de palabras como lo podemos apreciar en su “Decálogo del perfecto cuentista”
3. El uso del sistema “métrico” para indicar distancias exactas.
4. El contraste entre la inmovilidad de las cosas y la condición contrariada del personaje.

5. Técnicas cinematográficas, en donde la muerte del protagonista es descrita por medio de un desdoblamiento del yo, y la escena es narrada desde la visión del hombre que toma una panorámica del sitio donde ocurre el hecho.
6. La habilidad con la que Quiroga utiliza esta técnica cinematográfica permite que el personaje logre salirse de sí mismo y pueda contemplarse en su propia agonía como se puede ver en este fragmento:

“[…] puede si quiere abandonar un instante su cuerpo y ver desde el tajamar por él construido, el trivial paisaje de siempre… Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla […]”

Finalmente, se logró apreciar la maestría en las técnicas narrativas de Horacio Quiroga, la precisión de los adjetivos, la universalidad en sus personajes, la capacidad narrativa con que lleva el relato, la profundidad filosófica que plantea en la muerte y el padecimiento del protagonista. Y más específicamente, se pudo demostrar que en el cuento “El hombre muerto” personaje principal crea una conciencia evasiva nada dramática frente a la agonía previa a la muerte y como se narran los pensamientos, no discursos orales, el tiempo que por narración parece largo, no son más que veinte minutos de incredulidad.
BIBLIOGRAFÍA

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Platas, A. M. Diccionario de términos literarios. Espasa: Madrid.2002.

QUIROGA, Horacio. Cuentos. Biblioteca Ayacucho: Caracas. 2004.

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