jueves, 24 de febrero de 2011

Difusión de Afusión por Confusión sin infusión de efusión

Sí...
Ya sé lo que me va a decir: "Es muy pronto para morir".
Pero dígame, doctora, qué hago... Si es el forastero quien me mata.
Y cómo denunciarlo, si su veneno me bendice sin beatificarme.
Pero dígame, doctora que tanto sabe, es realmente el amor el camino, o será la muerte.
Espero que mañana me tenga la respuesta. Si es que logro oírla. (El mismo dilema entre poder y querer)
Cuando nuevamente vuelva a mí, repita su terapia de afusión.
Ya la veo retirarse y en su lugar: Confusión.
Mire, doctora, que sólo así podré decirle si la anfitriona amanece: más muerta o más enamorada.
Oiga, doctora, usted nunca ha estado y ella tampoco se ha ausentado.

viernes, 18 de junio de 2010

ECO

-Amor- dijo ella.
-Mort... mort... mort...- fue su respuesta.

He aquí el eco masculino a una voz femenina.

sábado, 19 de diciembre de 2009

miércoles, 16 de diciembre de 2009

UTOPÍAS

Cómo voy a creer / dijo el fulano
Que el mundo se quedó sin utopías

Cómo voy a creer
Que la esperanza es un olvido
O que el placer una tristeza

Cómo voy a creer / dijo el fulano
Que el universo es una ruina
Aunque lo sea
O que la muerte es el silencia
Aunque lo sea

Cómo voy a creer
Que el horizonte es la frontera
Que el mar es nadie
Que la noche es nada

Cómo voy a creer / dijo el fulano
Que tu cuerpo / mengana
No es algo más de lo que palpo
O que tu amor
Ese remoto amor que me destinas
No es el desnudo de tus ojos
La parsimonia de tus manos

Cómo voy a creer / mengana austral
Que sos tan sólo lo que miro
Acaricio o penetro

Cómo voy a creer / dijo el fulano
Que la utopía ya no existe
Si vos / mengana dulce
Osada / eterna
Si vos / sos mi utopía


Mario Benedetti

¿La escuela es el problema?

Los padres y maestros de cada generación, aturdidos y escandalizados, se preguntan en dónde está el fracaso de las nuevas generaciones, cada vez más liberales o, mejor, libertinas, que no se preocupan por nada más que por el materialismo individual, inculpando en varias ocasiones a la falta de compromiso y mano dura de la escuela. Eso entre las familias con un nivel socio-económico medio y alto, pero en las clases bajas y en las subajas la preocupación es, para los que la tienen, mantener con vida a sus frágiles vástagos, por lo menos hasta que caminen y hablen para que, por ellos mismos, puedan mendigar el pan de cada noche.

Sin embargo, la preocupación en otros sectores no está en las generaciones neófitas, sino en las carencias de la educación que se ha venido trazando para ellos. Dijo en una ocasión el senador Jorge Enrique Robledo “que la falta de educación pública deja en la ignorancia a millones o los somete a dejar de comer para pagarse educación privada”. Y se pasa por alto a aquellos que ni dejando de estudiar sobreviven. Entonces, la inquietud que suscitaría este hecho sería ¿por qué falta educación pública, acaso el PIB (Producto Interno Bruto) producido en Colombia no alcanza para crear instituciones educativas de calidad para el pueblo? En otra ocasión dijo el mismo Senador que: “[...] el capitalismo colombiano opera con más del 50% de la gente en la pobreza, mientras que el de los países capitalistas de mayor éxito funciona con el 10% de los habitantes en esa condición, y que quienes están en la cúspide del poder económico en Colombia se asemejan a sus pares de los países desarrollados, en tanto que los pobres de aquí no se parecen a los de Estados Unidos, Europa y Japón sino a los de África.” Y quizás no es una exageración, basta salirse de la comodidad para visitar una invasión del Café Madrid o dirigirse al extremo norte de la ciudad de Bucaramanga, eso por poner ejemplos locales.

Además, las personas que se ubican en la clase media se están dando cuenta de que cada vez es más difícil desarrollarse comercialmente por la falta de garantías económicas y de inseguridad. Pero esa crisis, con raíz económica (no precisamente porque no exista el dinero), la vive hoy en día tanto la educación básica como la educación superior que según la ASPU (Asociación de Profesores Universitarios) contabiliza la necesidad de 650 mil millones de pesos, y esto a pesar de que las universidades públicas llevan ya mucho tiempo aumentando matrículas, deteriorando la calidad, reduciendo las buenas formas de contratación del profesorado con el propósito de disminuir costos y allegar nuevos ingresos, en buena medida en detrimento de la calidad de la educación. De esta forma, las preocupaciones de nuestra Nación son divergentes.

Por otro lado, es claro que a pesar de que el Gobierno se ufana en el exterior por dar porcentajes alicientes de mejoras en la seguridad, en la educación y en la economía, el país está tan desarticulado que la táctica principal para lograr el éxito radica en apartar la suerte personal de la suerte de la nación; de tal forma que a una persona le vaya bien aunque al resto del país le vaya mal, convirtiéndose la política en el medio para llegar a la dirección del Estado no a dirigir el país hacia el progreso, sino para indultarse a sí mismos y a unos cuantos amigotes. Sino, recuérdese el aún reciente caso de Agro Ingreso Seguro y su sistema de plutocracia.

Sin embargo, para algunos el actual Gobierno colombiano está muy preocupado por la educación y la solución de las distintas problemáticas del país. En entrevista con El Espectador, publicación del 13 de diciembre, Shakira responde a la pregunta ¿Cómo cree que es la situación de la educación en Colombia?: Creo que se mueve al ritmo con el país. Es decir, que cada año mejora y tenemos más niños inscritos en nuestro sistema educativo; sin embargo, hay mucho por hacer. Y cuando se le preguntó ¿Qué opina de la labor de Uribe con respecto a la educación? Contestó que: El presidente Uribe entiende la importancia y la necesidad de la educación para el desarrollo de nuestro país. De ahí a que haya tomado acciones específicas y creado políticas como la de la educación para la primera infancia.

Pero esta perspectiva tan positiva de la educación, no es palpable en la práctica porque los fracasos escolares son varios, pero el problema educativo ya no se puede reducir al fiasco de un puñado de alumnos, ni tampoco a que la escuela no cumpla las misiones que la comunidad le encomienda en forma tácita, sino que se necesita superar ese estado de crítica y construirnos como seres humanos intelectualmente dignos de nuestras perplejidades, porque esta, y muchas otras, es una sociedad desorientada que olvidó nacer por segunda vez, en el seno de su sociedad y para los otros.

Así, se llegan a raíces que aborda Fernando Savater en el libro “El valor de educar”, como el de la familia, aquel espacio de socialización que descargó su rol en la escuela, quien ya no puede limitar su labor a enseñar conocimientos. Además explica que las familias están en una crisis de autoridad, una antipatía y recelo contra la posibilidad de ocuparse personalmente de la autoridad, que no consiste en mandar, sino en “ayudar a crecer”. En forma textual dice Savater: “La autoridad en la familia debería servir para ayudar a crecer a los miembros más jóvenes, configurando del modo más afectuoso posible lo que en jerga psicoanalítica llamaremos su <>.”
[1] Que no es otra cosa que la capacidad de negarse a sí mismo en satisfacciones para ver las necesidades de los demás. Pero la idea no es conseguir hijos o estudiantes santos, sino sensatos, puntualiza Savater. Sin embargo, resulta una estupidez pretender hacer de las nuevas generaciones personas críticas, autónomas, libres, educadas, sino se tienen los modelos para que tengan la base más que discursiva, práctica de lo que ellos deben superar.

Pero de nuevo, se entra en un gran conflicto, las generaciones experimentadas que están en el poder, respaldadas por el pueblo ignorante, creen que la educación que se debe dar a los neófitos es la que supla las exigencias del siglo XXI, es decir, las exigencias económicas neoliberales que han pululado de terminachos la jerga educativa: competitividad, pertinencia, capital humano, innovación. Aurelio Suárez Montoya escribió el 10 de noviembre de 2009, para el MOIR, un artículo titulado “La embestida neoconservadora contra la educación pública: la impertinencia de la pertinencia”, en él expresa que la educación concebida por el Gobierno tiene un sencillo propósito funcional alineado con el sistema económico, que se limita a “conectar la economía con la pertinencia”, se circunscribe a la capacitación de “capital humano” relegando (¿o eliminando?) el de formación integral. No es siquiera educación sólo para trabajar, es peor: es educación en colegios e instituciones docentes hacia las labores dictadas por el “sector privado”; es la lógica neoconservadora por la cual una élite traza el camino a los demás “para garantizar la cohesión social y el bienestar comunitario”. Algo de lo que ya había hablado Fernando Savater en “El valor de Educar”, cuando se piensa el capítulo “¿Hacia una humanidad sin humanidades?”, las reflexiones de esta autor y de otros pensadores, filósofos, políticos, padres, madres… Hacen que se piense que si bien, el problema no está en la escuela, ni en el gobierno, ni en la familia pensadas como instituciones, sino que el problema, el fracaso, está en cada uno de los seres que poblamos este planeta, porque no vemos a los otros en nosotros y los otros no se ven en nosotros, como consecuencia, no nos preocupa el bienestar social y se aparenta una comodidad que sale más barata.

Dice William Ospina: “a los países no los salvan unos cuantos hombres, por hábiles que sean; los países tienen que salvarse a sí mismos y Colombia es todavía una democracia de ventrílocuos, donde lo que dicen las mayorías no parece salir de sus corazones: casi se ve el movimiento de los labios que dictan las verdades.” Así que si se quiere un cambio, la superación de la problemática educativa, no basta con encontrar los focos, que desde hace tiempo se conocen, sino de superarlos con determinación. Sólo así, alzando cada una de las voces del pueblo, siempre acallado (por la violencia o la ignorancia), “ese que supo siempre de qué se trataba, y que no votó nunca, ni se entusiasmó con un carnaval del que sólo le tocaban los huesos, ese pueblo laborioso y escéptico, intuitivo y paciente, sabrá alzar su muchedumbre de voces y construir, por fin, un país respetable.” Mientras tanto, los que aún permanecemos despiertos o medio somnolientos en este mal “teatro político y económico” colombiano (que evidentemente repercute en la educación), estamos en la obligación ética de despertar a quienes cayeron en las manos de Morfeo y a quienes apenas nacieron en el seno biológico de una madre pero que les falta nacer por segunda vez en el seno de la sociedad.

[1] SAVATER, Fernando. El valor de educar. Editorial Ariel: Santa Fe de Bogotá. 2000. P. 64.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Reglas del juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres

I
El hombre que me ame deberá saber descorrer las cortinas de la piel, encontrar la profundidad de mis ojos y conocer lo que anida en mí, la golondrina transparente de la ternura.

II
El hombre que me ame no querrá poseerme como una mercancía, ni exhibirme como un trofeo de caza, sabrá estar a mi lado con el mismo amor conque yo estaré al lado suyo.

III
El amor del hombre que me ame será fuerte como los árboles de ceibo, protector y seguro como ellos, limpio como una mañana de diciembre.

IV
El hombre que me ame no dudará de mi sonrisa ni temerá la abundancia de mi pelo, respetará la tristeza, el silencio y con caricias tocará mi vientre como guitarra para que brote música y alegría desde el fondo de mi cuerpo.

V
El hombre que me ame podrá encontrar en mí la hamaca donde descansar el pesado fardo de sus preocupaciones, la amiga con quien compartir sus íntimos secretos, el lago donde flotar sin miedo de que el ancla del compromiso le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.

VI
El hombre que me ame hará poesía con su vida, construyendo cada día con la mirada puesta en el futuro.

VII
Por sobre todas las cosas, el hombre que me ame deberá amar al pueblo no como una abstracta palabra sacada de la manga, sino como algo real, concreto, ante quien rendir homenaje con acciones y dar la vida si es necesario.

VIII
El hombre que me ame reconocerá mi rostro en la trinchera rodilla en tierra me amará mientras los dos disparamos juntos contra el enemigo.

IX
El amor de mi hombre no conocerá el miedo a la entrega, ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento en una plaza llena de multitudes. Podrá gritar -te quiero- o hacer rótulos en lo alto de los edificios proclamando su derecho a sentir el más hermoso y humano de los sentimientos.

X
El amor de mi hombre no le huirá a las cocinas, ni a los pañales del hijo, será como un viento fresco llevándose entre nubes de sueño y de pasado, las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados como seres de distinta estatura.

XI
El amor de mi hombre no querrá rotularme y etiquetarme, me dará aire, espacio, alimento para crecer y ser mejor, como una Revolución que hace de cada día el comienzo de una nueva victoria.

Gioconda Belli